lunes, 20 de octubre de 2014

Susurros.



Susurrame los orgasmos, vuélveme adicta a tus gemidos.
No quiero más melodía en la noche que esos suspiros.

Embisteme con tu mirada, la misma que me grita
lo mucho que deseas verme sólo vestida con mi alma.

Vuélveme loca con tus caricias. 
Que tus dedos me recorran sin descanso.
Que la piel se funda. 

Desvelame de noche, activame de día, no ceses en tu empeño de verme bien. 
Las sonrisas no se pueden disimular.

Juega con mi mirada, compréndela y sabrás cuantas veces
paso al día pensando en tenerte frente a mi.

Aprende de mi piel, saltan chispas si te tengo cerca, no se puede controlar.
Una atracción fatal sin remedio ni cordialidad.

Saca lo salvaje que guardo, llama a los instintos más primarios.
Deja que la noche recoja nuestros secretos.

Quemame como el fuego. Que pueda recordar
a cada instante esos momentos.

Susurrame cuantas barbaridades se te ocurran, sin miedo, 
libérate del temor a hacerme mal.

Deja fluir tu ansia, vuélvete un lobo insaciable.
Deja que la pasión nos absorba.

Susurrame siempre que lo necesites. 
Los escalofríos de sentirte tan cercca me fascinan.

Susurrame los orgasmos, susurrame los suspiros, susurrame tus placeres,
susurrame tu pasión. 






viernes, 17 de octubre de 2014

Dulce tentación.



La sencillez con la que comienzan las cosas me parece emocionante. 
Sin ir más lejos, hace escasos días, mi cerebro experimentó una explosión de sensaciones
al ver a una persona con una simple camiseta. 
Si estuviera hablando con mis amigas diría que se me cayeron las bragas al suelo, literalmente. Pero he de ser más sutil, por tanto sólo diré que sentí cada bello de mi piel erizarse.

No cabe duda en que ese momento fue imborrable, de tal forma, que superando mis inseguridades
y tras pasar una hora aproximadamente tuve que ingeniármelas para conseguir un número de teléfono. Lo logré, sentí el sabor de una batalla ganada. ¿Y ahora qué hago? 
Pues con todo mi morro le escribo. Y responde.

Me voy a la cama y por la mañana mi pensamiento queda fijado en ese instante en el que cruzamos miradas para intercambiar números. ¿Qué me pasa? Mi cuerpo se estremece. 
No quiere obedecer a la tranquilidad. Pienso y de nuevo encuentro una forma
de satisfacer mi vista, conseguiré que acuda a un evento y aunque hablemos poco 
podré verle.

Viene. Noto como me busca con la mirada. Lo mismo por mi parte. Intento acercarme
con excusas baratas. Me siento patética, pero sólo puedo pensar en hablar con él, 
el resto me da igual. 

No entiendo muy bien lo que mi cuerpo me grita, bueno, siendo sinceros, sí lo sé, pero no quiero aceptarlo.
¿Desde cuando puede conmigo una vibración?

El tiempo transcurre con normalidad y cada vez es más difícil contenerme. Me alejo. Viene. Se va, me acerco. Un tira y afloja. 
Esto no puede acabar bien. 

Cada uno sigue para su casa. A la mañana siguiente vuelvo a despertarme con él en la cabeza.
Pienso alguna forma de atraer su atención. Conversaciones absurdas. Me siento una acosadora, pero parece que no le disgusta. Entre palabras y palabras surge la idea de vernos.
La incógnita de no saber si será posible me deja toda la tarde impaciente.
Parezco una niña de 15 años esperando los regalos de cumpleaños.

Me dice que viene. Mi mente empieza a crear una fantasía. Me pongo la camiseta con más escote que tengo y lo intentaré apresar. 
Cada acercamiento veo que se frustra, ya no sé que hacer. Pero debo pensar, he de lograr ingeniar algo para... Llegó el momento de la despedida. Una derrota más... Espera... Me coge de la cintura
me aprieta contra él y me besa. 

De nuevo nos decimos adiós, pero está vez es más amargo, ya conozco sus labios y quiero más.
Pasa un leve tiempo y de nuevo nos vemos, la piel empieza a llamarse. Se busca, es inevitable.
Sé que caeré, aunque me haga la dura, quiero caer...

Por fin le tengo en mi terreno, en mi cama... Pero siento como si fuera él quien lleva el ritmo, las riendas, pero me gusta. La incertidumbre es un ingrediente picante. 
Las caricias empiezan a quemar. Los besos ya no son suficientes. Las miradas reclaman una recompensa por tanta espera.
Y caemos, el uno en el otro. Dejando que el fuego nos abrace. Sin pensar. Apenas puedo respirar.
Los detalles quedarán para mi memoria. 

Empiezo a sentir una impaciencia por volver a sentir sus manos. Es como una droga. Quiero más y más y más. La otra noche me desvelé  buscándole en la cama. No estaba. Pero mi ser necesitaba una compensación... 

Le cobraré cada instante que mi piel ha gritado por él. Dulce tentación... No puedo esperar más...
Soy una hoguera prendida por la chispa de tu lengua, el agua no me apaga, pero el viento me aviva.

Te necesito de nuevo en mi cama.


jueves, 16 de octubre de 2014

Recuerdo de unas pocas horas.




Un jolgorio de emociones recorre mi piel.
Explotar no es la una opción. Quiero mantener en mi cajita 
cada instante, cada segundo, cada momento.

De nada sirve compartirlo. Pero de alguna manera he de dejarlo salir.
Por un lado queda el miedo, que como no, debe acompañarme.
De no ser así creo que no seguiría respirando.
Por otro lado la emoción. Siempre es emocionante lo desconocido. Quien piense lo contrario
jamás ha vivido de verdad.
Otro lado está invadido por la alegría. Risueña locura.
Y por último, el misterio, el no saber que pasará, 
la incertidumbre, el no saber a ciencia cierta si es correcto o no lo hecho.

Es interesante ver las respuestas de los humanos ante estímulos.
Somos tan simples. Cualquier alteración a lo habitual nos causa sensación.
A veces agradable, a veces no tanto, a veces demasiado.
Somos y seguiremos siendo primitivos, buscaremos la piel.
El sentir algo dentro sin control.

A veces pienso y luego recuerdo que de nada sirve si tan sólo me centro
en sueños y no realidades.
La música ayuda mucho a calmar los demonios. Pero Ufff.
Sólo necesito una chispa para no parar.

A mi nariz llegan aromas que me transportan de nuevo a lugares
que añoro. Los sonidos me acompañan, guiando mis pasos. 
La nostalgia me invade. Vuelo alto, para caer en picado en mi realidad...

Me gusta recordar esos momentos imborrables, trasladarlos a mi piel. 
Sentirme triste a la vez que feliz. Saber que todo 
conlleva aprender una lección...

Recuerdos de unas pocas horas.