sábado, 10 de marzo de 2012

Grietas.


Grietas, cicatrices que nos marcan, tanto el cuerpo como el alma, algunas son superficiales, sanan con el tiempo, pero otras se agravan con el paso de los años.
Marcas que nos recuerdan que aún seguimos vivos, seguimos sintiendo y a veces es un tormento. Dicen que del pasado no se vive, el presente no se disfruta y el futuro no se adivina, pero hay recuerdos que afectan en el presente y condicionaran un futuro.
Siento como arden cada una de ellas, no sanan, no se alivian, no calman, la tempestad de nuevo me ahoga, me lanza su peor tormenta, y no sé si la podré soportar.
A veces me imagino que me veo desde arriba, durmiendo, tan tranquila que nada puede trastornar mi descanso, mi alma intenta escapar tantas veces de mi cuerpo, pero algo la arrastra a quedarse.
Pero pienso y no sé si quedan motivos para rendir pleitista a un nuevo día extraño.
El tiempo pasa, no se detiene ante nada, vivimos esclavos de una sociedad, una necesidad económica y emocional y sin darnos cuenta dejamos que nuestra juventud se marchite.
Solo llegados a un estado emocional maduro, frío y distante, podemos observar como todo lo que hemos hecho no ha servido más que para vivir lo que no hemos soñado.
Me veo proyectada en la pared, mirando con estupor en aquello que me he convertido, no sé si siento lástima o rabia. Tampoco soy consciente de qué hubiera sucedido de haber hecho las cosas de otro modo, pero eso es algo que jamás podré averiguar.
Solo me quedan mis cicatrices para demostrarme cuantas veces me he equivocado y es triste, más derrotas que victorias, acumulo en mi corta vida.
Tan solo veo dos opciones, liberarme o resignarme, lo asumo y no dudo, me libero de mis grilletes.