sábado, 7 de junio de 2014

El despertar.



Ha sido duro. He sentido como se astillaba un pilar en mis entrañas.
He sentido la necesidad de salir corriendo, pero el miedo, el maldito miedo me ha paralizado.
Notaba como mi corazón se retorcía. Como las lágrimas intentaban salir y caer por mis mejillas.
La respiración se entrecortaba. Un nudo crecía en mi y no podía frenarlo.
He perdido por completo el control sobre mi misma. 

Quiero llorar, necesito hacerlo, pero algo lo impide. He despertado. Después de casi 28 años, he despertado. Duele. Duele ver la realidad. Duele salir de la burbuja. Duele el tiempo perdido o mal empleado. Duelen los sueños a medias. Y sólo yo tengo la culpa de éste dolor.

Es frustrante que el despertar se produzca con la simplitud de una película cuyo título es casi ridículo. 
Una película más de tantas y tantas sobre el amor que ha mostrado otra faceta. 
Estaba tan segura de todo. De cada paso... Y ahora sólo me siento temblar. 
He querido de muchas maneras, pero jamás de la adecuada.

Siento pánico. Pánico de no lograr tener los argumentos suficientes para que no vueles.
Pánico a que tus alas sean más rápidas que las mías. Pánico a defraudarte.
Me siento como una niña de 16 años descubriendo por primera vez el amor.

Qué digo. Ni siquiera con esa edad fui consciente de lo que podría implicar enamorarse. 
Estoy jodida. Tiemblo sólo de pensar en algo minimamente negativo. 
Tiemblo al saber que nada es eterno. Ni siquiera las estrellas.
Tiemblo al recordar como soy yo y como eres tú. 

Pero más tiemblo si no te pienso. O si me imagino un mañana sin ti. 
Definitivamente estoy jodida. He tardado casi 28 años en despertar.
Y que golpe ha sido para mi orgullo aceptarlo. 

Creo que te estaba esperando y te ha costado llegar... 

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